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11 jul 2011

Reflexiones en el paradero.

Volví del colegio cansado, sin ganas de hacer nada creo que se me han roto los brazos en la mañana y desintegrado los ojos en la tarde. Aun así mis oídos se entretuvieron al escuchar tanta risa entre un par de amigas que me movieron la boca haciéndome dejar salir un sonido entrecortado al cual me gusta creer que es mi risa. Tan estrepitosa como me gustaría que fuese en verdad. Siempre es lo mismo de camino al departamento, mientras me pongo los audífonos subo la mirada para ver si viene la micro, reviso el bolsillo para asegurarme que tengo todas las monedas y al mismo tiempo miro fijamente los titulares de los diarios en el negocio de al lado, vuelvo a leer el mismo titular una y otra vez: “El presidente Piñera llama al dialogo” o “el niño maravilla al Barcelona”  o “Un hombre X muere en un brutal accidente X en la mañana del día X”. Cuando llega la micro me subo rápidamente casi tirándole las monedas al obeso chofer, seguido de mis rápidos pasos hacia los asientos traseros. Escucho mi tema favorito durante el trayecto y no me preocupo de nada más. Ya son las nueve y media de la noche. Me ire a terminar una tarea pendiente para evitar la choreada de la profesora y así liberarme de la opresión de mierda que ella ejerce en mi promedio. 

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