Cuando caí, realmente el suelo no fue el tope,
ni las murallas
Resecas y mugrientas, el extremo ancho,
de este pueblo fantasma,
sin colores
De alma, hecha para ti la calma,
en mí el horror
Sentado en esta silla,
vieja y añeja, bajo los estandartes
De horrorosos imperios muertos, lemas
De viejos mesías y nuevas caras
Que llenan esta vida de
hipocresía.
Me llevaron a un manicomio,
debería haber sentido tal vez desesperación,
Del momento,
de haber estado allá,
de no sentir ninguna de las emociones
esperadas,
de alguien a quien la aceptación de esto
no lo espera.
-Joaquin Madariaga-
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