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6 abr 2012

Como un ave aprendió a caer

Se seducía a sí mismo con sus ojos destellantes, peleando, tratando de domar a lo
Tentadoramente confuso, jugando una vez más con el fuego en su pecho, la espada en
Péndulo de Damocles pendía de un fino aliento otra vez

Los gritos de todo lo demás lo devolvió al mundo de golpe, sentado en un sillón de cuero y su
Pelo cubierto de terror nublaba el recinto con un ramo de violetas en su mano

Se estremecía él con la sangre en la boca, y su sombra que se extendía por donde pasase su
Mirada, le rondaba por el aire algo que se derramaba ante el júbilo expectante
Del resultado de sus predicciones, los sueños, las pesadillas,
Aquel que se creía a si mismo prudente, había sido perseguido por algo que se transmutaba
En personas y a veces en cosas, el o aquello lo acosaba saludándolo a todo momento
Con sus grandes manos, con su gran boca y sus grandes ojos que parecían no dejarlo,
Y le decía allí estaba y no te acercaste, allí estaba y no te acercaste

Sentía muy dentro de sí, en el, un síntoma mortal que lo reducía a cenizas, inquebrantables
Junto a las ruidosas risas de fondo que se clavaban en su consciencia,
Esperando a tener nuevamente otra oportunidad.



-Joaquin Madariaga-

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