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19 ago 2011

Recuerdos por pasajes.

Eran casi las cinco de la tarde cuando mi madre me mandó a comprar Vodka y otras chucherías para la noche. Hubiera preferido esperar a mi hermana para ir, pero ella estaba desaparecida por ahí, suelta como gaviota, entonces fui a tomar la micro calle arriba y me senté al lado de unas bellas jóvenes, una rubia, la otra castaña, esta no dejaba de mirar por la ventana mientras tenia su mano en un pecho.
Al llegar al centro no tarde en encontrarme con algunos conocidos de cursos inferiores, a quienes sin mucho aprecio solo salude y seguí mi camino, pero aun era temprano, por lo que decidí hacerme un tour por algunos lugares de la ciudad en donde nunca había puesto un pie: sabia decisión.


En el trayecto, calle arriba del colegio, me encontré con un viejo que rompía los ya destiñados carteles de Arrate y Piñera en un muro, los sacaba sin ninguna expresión en su rostro, como si fuera lo mas normal del mundo. Al terminar tomo su bolsa artesanal y siguió su camino escupiendo estrepitosamente al suelo.


se me ocurrió ir a donde un puente cercano, nunca había traspasado ese limite, pero el naranjo atardecer reflejaba en el agua una ilusión, esa ilusión que me recordó las palabras de Alejandro Magno: "Hay que ir a donde ningún hombre ha ido antes, cruzar todas las fronteras que te ponga la vida", eso me inspiró y se convirtió en la motivación de mis pasos.


Durante mi recorrido, en algún punto, mi mente voló, se fue, se esfumó y luego, las imágenes de mi infancia volvieron a mi como la noche al planeta. Recordé cuando tenia siete años y las tardes después del colegio siempre tomaba mi bicicleta y me daba unas cuantas vueltas por la villa, en ese entonces vivía en el sur y mis padres me ponían limites: cuatro cuadras a la derecha, dos a la izquierda, tres a la derecha y de vuelta. Un día quise cambiar eso, lo recuerdo bien, una mañana de sábado me levante temprano, salí a la calle con la bici y me dirigí hacia la calle principal, la que une la villa con la carretera para llegar al centro, fue entonces que pase las casas de mis amigos y de cualquier conocido para luego detenerme en el fin de la calle principal, justo en una curva que separaba la ciudad del campo, puse la bicicleta en el suelo a orillas de la calle y contemplé durante varios minutos el paisaje, eran majestuosos los arboles, cerros, arbustos, flores, todo lo que se podía apreciar y luego lo de siempre, la ciudad de Talca.


Al medio del puente me detuve para ver el agua correr y esa belleza me trajo nostalgia. Una pareja venia hablando con tono alto, solo escuche: "...y fui a la china a ver a los chinos." y no pude evitar soltar una carcajada. Finalmente ya cansado me dirigí a la plaza, donde mi carcajada retornó al ver un par de mormones discutiendo con una señora sentados en una banca. Mas allá, cerca de la pileta, estaba un grupo de folcloristas tocando sentados en el pasto. 


Volví al departamento; mi hermana apareció.


-Pablo José Luis-

1 comentario:

  1. Es interesante lo que haces acá. La cotidianidad de los recuerdos, un reflejo estrecho desde la visión de un puente, más bajo o alto, según donde se encuentren los pensamientos.

    Me gusto bastante (=

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